Consejos para poner límites a nuestros hijos

 
No es la primera vez que hablamos de la importancia de los límites en la educación de nuestros hijos ya que de ellos depende en gran medida su desarrollo como persona adulta.
En primer lugar, hay que ser conscientes de que los límites suponen para nuestros hijos una frontera necesaria entre lo que está permitido y lo que no. Los niños exploran nuestras reacciones y respuestas intentando constantemente establecer su propio perímetro de acción.
Cuando los límites son claros y coherentes, establecidos desde la firmeza y el afecto, son sanos, sinónimo de amor y contención. De hecho, un niño al que no se ponen límites se sentirá inseguro y menos querido que el que sí los tiene.
Por todo ello, no hay que temer a poner límites a nuestros hijos ya que es la mejor manera de enseñarles que en la vida las cosas no son siempre aquí y ahora. Es importante que aprendan esta lección para que estén preparados para otras situaciones en las que su voluntad no se hará realidad.
Pero, ¿cuál es la mejor manera de hacerlo? ¿debemos permitirnos un mayor grado de permisividad en algunas situaciones? Te recordamos las pautas que te pueden ayudar en tu tarea de educador/a:

  • Hablar con claridad. Evitando frases tan genéricas como ‘pórtate bien’. Hay que dar órdenes concretas como ‘recoje los juguetes’ o ‘no pegues a tu hermano’.
  • Da explicaciones cortas y sencillas. Por ejemplo, ‘si pegas a los niños, se pondrán tristes’ o ‘si te subes a la mesa, te harás daño’.
  • Dar sentido positivo a las órdenes. En vez de decir ‘no grites’ hay que decir ‘habla bajo’.  Es más fácil que el niño obedezca si le hablamos en este sentido.
  • Decir las cosas con firmeza. Sobre todo cuando notamos cierta resistencia por parte del niño, hay que hablar serio y seguro, pero sin gritos. De manera que se entienda que no hay opción a no cumplir lo que estamos pidiendo.
  • Dar opciones a la hora de cumplir los límites. Por ejemplo, ‘hay que comer fruta, ¿prefieres manzana o pera? o hay que ponerse los zapatos, ¿prefieres los rojos o los azules?’.
  • Evitar las luchas de poder. Hay que establecer normas objetivas que no parezcan decididas por nosotros. Por ejemplo,  ‘son las nueve, hora de irse a la cama’ en vez de decir ‘quiero que te vayas a dormir porque es tarde’.
  • Es importante que las normas sean siempre las mismas, rutinas inflexibles, aunque ello suponga un esfuerzo para los padres. De lo contrario, será más difícil que el niño las cumpla.
  • Ayudarle a cumplir las órdenes. Cuando negamos a un niño que haga algo debemos ofrecerle una alternativa. Por ejemplo, ‘deja de ver la televisión, vamos a sacar los colores para pintar’.
  • Criticar las conductas, no al niño. No hay que decir a un niño que ‘es malo’, sino ‘que él es bueno pero se ha portado mal’. Aunque resulte un poco obvio, a veces los nervios nos juegan malas pasadas.
  • Contar hasta diez antes de reñir para controlar las emociones. No debemos reñir al niño si estamos emocionalmente alterados o muy enfadados. De hacerlo, corremos el peligro de ser verbal o físicamente abusivos con ellos.

Lo más importante es tratar de descansar antes de enfrentarte a la difícil tarea de educar y procurar aparcar nuestro estado emocional y nuestros problemas externos a la hora de relacionarnos con nuestros hijos. También es importante si decidimos aplicarles un castigo o consecuencia, hacerlo de forma proporcionada. Ánimo!
 



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