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Los espacios en común con la familia ofrecen al niño una experiencia vital que resultará fundamental para su futuro social y profesional. El profesor de terapia familiar de la Universidad San Pablo CEU, Gabriel Dávalos, opina que si no existen estos espacios, hay que crearlos. Señala que compartir momentos familiares tiene un alto impacto en su adaptación y habilidades sociales y en el éxito o fracaso escolar.
En el ámbito de la nutrición, los padres son también modelo de comportamiento para sus hijos y ellos deben ser el ejemplo de cómo alimentarse con una dieta equilibrada, lo que les servirá para mantener unos buenos hábitos para el resto de sus vidas. Los niños que comen con sus padres ganan en ventajas físicas y también psicológicas.
Dávalos asegura que hasta los 10 años hay un movimiento centrípeto en los niños, que necesitan a sus padres y están unidos a ellos como una piña, pero a partir de esa edad el movimiento es centrífugo, de dentro hacia fuera, por eso están más unidos a sus amigos. Para él, lo importante es “el gran desafío” que supone para los padres “sentar unas bases de hábitos desde pequeños para conseguir que cuando sean adolescentes deseen compartir espacios familiares como comer juntos. De esta forma, de mayores lo verán como una celebración y no una obligación”. De eso trata la educación en positivo que se promulga hacia las familias.
Además, este profesor universitario señala que los almuerzos familiares son un buen antídoto contra los casos de violencia intrafamiliar. Con las comidas distendidas se evitará que los hijos callen sus problemas y mantengan una vida al margen de los padres.
El psicólogo Esteban Cañamares, cree que lo importante es mantener un momento de reunión familiar para dialogar y que la sensación de unión quede reforzada. Para él, es muy importante que la televisión se mantenga apagada y que ese momento sea lúdico y relajado. Por eso la cena es un buen momento para reunirse, afirma, ya que no quedan obligaciones pendientes, es más distendida y además puede servir para comentar nuestro balance del día.
Aunque hay que ser flexible, hay que intentar reunirse al menos una vez por semana, asegura Cañamares. Está claro que debe haber un diálogo permanente, pero no hay que forzar situaciones. Es mejor hablar del tiempo que presionar para que salgan conversaciones.
Estas, y otras muchas teorías y estudios profesionales, evidencian lo que venimos concluyendo en la mayoría de nuestros post: que la comunicación es la clave para salvar muchos de los problemas con que nos encontramos en nuestra vida cotidiana.